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Tener estrés es normal, y si vives en una ciudad grande probablemente entiendas todavía más del tema, ya que el tráfico, el bullicio, el trabajo y las cuentas por pagar (por mencionar sólo algunos) te han sacado uno que otro dolor de cabeza, de cuello y capaz que hasta una que otra cana verde. Y sí, es difícil vivir con estrés, pero debes saber que tenerlo -hasta cierto grado- es bueno para tu salud.

No decimos que vivas con estrés todos los días, ni que no lo controles o que te tomes las cosas muy a pecho para que siempre esté en tu vida, más bien queremos que NO lo veas como algo 100% negativo en tu día a día.

De hecho, estudios han revelado que el estrés termina siendo algo perjudicial porque se tiene la idea de que es completamente malo para nosotros, lo que hace que ya estés predestinado a que te haga daño cuando la realidad es que el estrés en un nivel controlable, te hace más empático. Al estar estresado despiertas el deseo de estar cerca de tus seres queridos y hasta la intención de ayudar a los demás. Esto se debe a que aumentan tus niveles de oxitocina, una neuro-hormona que afina los instintos sociales de tu cerebro y te prepara para fortalecer vínculos con tus personas cercanas.

Pero no sólo eso, también te ayuda a mejorar la memoria, ya que, como respuesta al estrés, el cuerpo produce neurotrofinas, que son unas sustancias químicas del cerebro que ayudan a fortalecer las conexiones entre las neuronas y el cerebro, lo que te ayuda a mejorar la memoria.

Aunque no lo creas… también ayuda al desarrollo infantil. De acuerdo a la Universidad John Hopkins: «La mayoría de los niños de mujeres que reportaron niveles de estrés leves a moderados durante el embarazo, mostraron mayores habilidades motoras que los de madres sin estrés».

Lo más importante: te hace más fuerte y te ayuda a mejorar la confianza. Y es que cuando las cosas se ponen difíciles, buscamos sacar lo mejor de nosotros mismos, de modo que nos estamos desafiando, a la vez que aumentamos nuestra resistencia ante el caos para encontrar la calma y demostrar de qué estamos hechos.

Si el estrés llega a tu vida ¡no lo rechaces! Respira y aprende de él para que no permitas que te dañe.

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